Bitácora escrita desde Sealand

domingo, 23 de noviembre de 2008

La Tierra, hueca. II: Koresh y la cosmogonía celular

En la entrega anterior nos dejamos pendiente una aportación singular. En 1870 otro buen hombre había dicho que la tierra estaba hueca, pero hay una diferencia importante con Symme. Según esta cosmogonía, nosotros vivimos en la cara interior. Veámoslo:
Cyrus Reed Teed, nacido en 1839, era un graduado en medicina ecléctica (es decir, que recetaba muchas hierbas) interesado en la alquimia y la electricidad. En uno de sus experimentos eléctricos sufrió un shock en el que recibió la visita de una mocita que le reveló que se había reencarnado muchas veces pero que esta era la buena, que era el mesías que tenía que salvar a sus 144.000 discípulos preferidos. Y también le contó muchas cosas más. Que el universo es una burbuja en la roca de 8000 millas de diámetro. Nosotros vivimos dentro, con nuestras cabezas apuntando al centro al caminar. El Sol es una batería helicoidal que está en el centro del universo, es decir, en el centro de la Tierra, rota con un periodo de 24 horas y tiene un periodo de precesión de 24.000 años. Tiene una cara oscura y otra luminosa. Ambas emiten rayos grávicos, que son responsables de la gravedad, pero la luminosa emite también rayos lévicos, responsables de la luz. La luz no viaja en línea recta, sino que describe curvas desde el centro del asunto hasta la superficie. Esto explica que el Sol se mueva. Las estrellas son puntitos luminosos de la cara oscura del sol. El Sol tiene aspecto de ojo, con iris y todo. El iris del ojo es el arco iris, pero se ve sólo en condiciones atmosféricas concretas. Los planetas son discos flotando que vemos a causa de unas complicadísimas refracciones de rayos grávicos y lévicos. Toda la teoría es bastante compleja.

Martin Gardner considera que esta cosmogonía es una forma de volver al útero materno, pero vaya uno a saber.

Tras la revelación, Cyrus se convirtió un mesías que tenía que salvar a los 144.000 discípulos más fieles, así que para facilitar la tarea tradujo su nombre al hebreo y desde entonces sólo respondió al nombre de Koresh. Convenció a unos cuantos de que estaba en lo cierto y montó una casa comunal en Chicago, la Koreshian Unity. Entre los preceptos del koreshianismo se encontraban la correcta comprensión de la cosmogonía koreshiana, el compartirlo todo, la creencia reencarnación y el celibato. Para saludarse usaban la fórmula "we live on the inside". Era muy persuasivo: una madre llegó a demandarle porque había convencido a su hijo de que rompiera su hucha para donarle sus ahorrillos al Nuevo Jesús. Koresh devolvió el donativo y esa demanda quedó ahí. Pero no fue la única. Cuando ya eran cien koreshianos se mudaron a una gran casa con huerto en Illinois. A los vecinos no les acababa de gustar. Alguno le demandó porque su mujer le había abandonado para abrazar el koreshianismo comunal. Y es que las mujeres sumaban el 75% de su comitiva.

Uno de sus discípulos, Ulysses Grant Morrow, que entendía de geodesia, fue el encargado de demostrar que el koreshianismo era cierto. Morrow escribió junto a Koresh el libro The Cellular Cosmogony, donde exponían la tesis koreshiana.

En el canal de drenado de Illinois realizó el siguiente experimento. Puso su telescopio a 12 pulgadas de la superficie del agua y apuntó a un objetivo a 16 pulgadas sobre el agua, 5 millas adentro. Si la tierra es convexa no debería haberlo visto, pero lo vio. Esto dio a alas a los koreshianos, aunque los críticos se quejaron: la refracción atmosférica era la causa del fenómeno.

En 1894 los koreshianos (más de 200 por aquella época) recibieron la donación de 300 acres en Florida de un simpatizante, Gustave Damkohler. Llamaron a su nuevo hogar New Jerusalem. Morrow se dedicó a preparar un experimento que no dependiese en la traicionera luz; usaría en cambio un artefacto que pudiera trazar una línea recta de materia. Este artefacto estaba compuesto de "rectilineadores".

El experimento fue realizado por un grupo de koreshianos entusiastas, que se dedicaron a poner rectilineadores uno junto al otro y vuelta a empezar recorriendo la playa y anotando las mediciones. ¡Fue un éxito! Un defecto de diseño del rectilineador (3 millonésimas de grado sexagesimal bastarían para arruinar este experimento) y el sesgo humano de una multitud que va midiendo y abrazándose en cada medida que confirma que su vida entera tiene sentido hicieron el resto.

A Koresh le llegó la muerte en un rifirrafe con jefe de policía de Fort Meyers. Era el 22 de diciembre de 1908. Le dejaron en la bañera esperando a que resucitara y llevase a los cielos a sus fieles. Sus seguidores dejaron el trabajo y rezaron sin descanso durante dos días hasta que el responsable de sanidad pública ordenó que lo enterrasen. En 1921 un huracán tropical se llevó consigo la tumba y nunca más se supo de su cuerpo.

El diario koreshiano, The Flamming Sword, siguió publicándose hasta 1949. En él se decía que los que combaten el koreshianismo son el anticristo y que las ideas de Koresh acerca de la alquimia plantaron la semilla del Proyecto Manhattan. En 1949 la imprenta se incendió y no se supo más de The Flaming Sword. Años antes, en 1914, algunos ejemplares habían llegado a manos de un prisionero de guerra alemán en Francia, un tal Peter Bender, que quedaría fascinado y se llevaría el culto a su país, refundido en la Hohlweltlehre, donde causó sensación, como veremos en la siguiente entrega.

El último koreshiano murió en 1982.

Bibliografía sobre el koreshianismo
Nuevo Jerusalen en Google Maps
Biografía de Koresh
Explicación detallada de los experimentos de Morrow
Fotografías de koreshianos
Relato de un viajecillo a New Jerusalem

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