Bitácora escrita desde Sealand

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viernes, 28 de noviembre de 2008

La Tierra, hueca. III: El Tercer Reich


Al final del artículo anterior dejamos a Peter Bender, un prisionero de guerra alemán en Francia, entusiasmado con el periódico koreshiano que afirmaba que la tierra es hueca y vivimos en su interior. A su vuelta a Alemania da a luz un movimiento, la Holtweltlehre. Su cosmogonía aprovecha elementos de Gardner, pero es hija directa de la de Koresh: el aire se va haciendo menos denso hasta llegar al vacío del centro de la burbuja que es el universo. Allí hay tres astros: la Luna, el Sol y un cuerpo azulado con puntitos brillantes (las estrellas) que de noche tapa al Sol. Como en el caso de Koresh, los rayos de luz no viajan en línea recta, así que jugando con las trayectorias se puede conseguir que todo cuadre mal que bien. En Alemania la idea enraizó con fuerza. Johannes Lang, Karl Neupert y Fritz Braun tomaron el testigo.

Y entonces llegan los nazis. Los nazis son una galaxia del ocultismo y la pseudociencia. La leyenda los relaciona con este tema de dos formas distintas: la Tierra Cóncava de la Hohlweltlehre, y una amalgama de la Tierra Hueca de Symmes con el fascinante mundo Vril. Por si fuera poco, el nacionalsocialismo tenía su propia cosmología oficial, la Welt Eis Lehre, la cosmogonía de Höriger según la cual el universo proviene del choque entre un enorme sol y un gigantesco bloque de hielo. Toda una teoría que oponerle a las paparruchas judías de Einsten. Según se dice, al consultarle a Hitler qué teoría era la correcta, el führer respondió:
"No necesitamos en absoluto una concepción coherente del mundo. Los dos pueden tener razón".

Y sin embargo al final fue Höriger el que se llevó el gato al agua. Se dice que Hitler, junto a Himmler y Göring, mandó instalar cámaras telescópicas infrarrojas apuntando al cielo en la isla báltica de Rügen para registrar el movimiento de los barcos británicos en los océanos de las antípodas de acuerdo con la Hohlweltlehre, todo supervisado por el doctor Heinz Fischer, que sabía mucho de rayos infrarrojos. Sin embargo, los experimentos fueron un fracaso y cuando llegó la noticia a Alemania Bender cayó en desgracia dando con sus huesos en un campo de concentración, para pena de Göring, que le había cogido mucho aprecio al aviador. Con Bender muere también esta conexión de los nazis con la Hohlweltlehre. En una entrega posterior veremos el último episodio de la Tierra Cóncava de Teed/Koresh: la defensa irrefutable de esta cosmología por el matemático egipcio Mustafá Abdelkader.

Pero nos queda la teoría de los boquetes polares a la Symmes y la sociedad de los Vril, una historia estupenda.

Resulta que en 1871 se publicó una novela de Edward Bulwer-Lytton llamada Vril: The Power of the Coming Race. En ella el narrador cuenta que una catástrofe natural separó a una parte de la humanidad, muy aria ella, los Vril-ya, y la confinó en un mundo subterráneo y cavernoso. Allí estuvieron guerreando entre sí en una lucha de voluntades como mandan los cánones del señorío hasta que descubrieron una poderosa fuerza natural, la Fuerza Vril, y se dieron a la eugenesia como buenos arios puros que eran. La Fuerza Vril sirve por ejemplo para iluminar o curar a la gente, pero sobre todo para destruir enemigos a cascoporro. El narrador alerta al final de la novela del peligro de que los Vril-ya se queden sin lebensraum y vuelvan a la superficie para someter o destruir al resto de la humanidad.

La Fuerza Vril se puede identificar con la idea de la electricidad que se tenía antes de Maxwell. En la novela se indica en este sentido que Faraday sería capaz de entender esta fuerza natural. En concepción de la electricidad, la energía se puede extraer del ambiente si se tienen los conocimientos necesarios. Es decir, que no hay necesidad de generador. Sería pues una energía estupenda que lo mismo podría servir para un roto que para un descosido o para una máquina de movimiento perpétuo.

Ĺa novela de Bulwer-Lytton tuvo un gran éxito. Fue la única novela del autor que se tradujo a otras lenguas y el término Vril se extendió tanto que llegó a figurar en el diccionario y a dar nombre a una marca de extracto de carne de vaca, Bovril. El libro ha sido interpretado de cuatro formas distintas: ciencia ficción, utopía, sátira del neodarwinismo y el socialismo incipiente de su época, y, por último, obra de no ficción en la que Bulwer-Lytton contó de tapadillo unos hechos que conocía muy bien, que es la que nos interesa aquí. Entre los que creyeron esto destacan los teosofistas. La teosofía es una religión fundada por Helena Blavatsky en 1875. Para Blatavski los Vril se han vuelto unos buenazos que nos pueden servir de guías espirituales y que no tienen interés ninguno en devastarnos. Para el teosofista William Scott-Elliot, los atlantes tenían naves impulsadas por la Fuerza Vril, que es una fuerza psíquica y este conocimiento ha sido preservado por un grupo de sacerdotes. Y es que por qué no van a estar los atlantes ahí abajo.

El descubrimiento de los rayos X a mediados de la década de 1890 hizo que no pareciera tan descabellada la idea de misteriosas fuerzas naturales por descubrir y dominar. Desde principios de siglo hasta los años treinta, el ocultismo cobró mucha fuerza. Es la época de Houdini, del interés de los artistas por la cuarta dimensión y de la relatividad especial. La teosofía resucitó en esta época y alcanzó mucha difusión, y con ella la idea de los Vril. La novela conoció entre 1874 y 1924 cuatro traducciones distintas al alemán, una de ellas realizada por un antroposofista según los deseos de Rudolf Steiner. Con el mundo newtoniano desintegrándose por momentos, la posibilidad de la Fuerza Vril, que no es más que una fuerza desconocida y poderosa que se puede extraer del ambiente si se sabe cómo, encontró el ambiente perfecto para extenderse.

En 1930 circularon por los grupos ocultistas de Berlín dos panfletos publicados por la Reichsarbeitsgemeinschaft, Das kommende Deutschland (algo así como Grupo de trabajo del Reich de la Alemania venidera, de aquí en adelante RAG). Sus títulos eran: Weltdynamismus y „Vril“. Die Kosmische Urkraft Wiedergeburt von Atlantis, (La fuerza elemental cósmica resucitada de Atlantis).

En ellos la RAG afirmaba conocer una técnica que permitía disponer de la ansiada fuerza Vril. La descripción de la técnica recordaba fuertemente al trabajo de Carl Schapeller, un austríaco que aseguraba haber desarrollado una máquina de movimiento perpetuo que funcionaba con una fuerza elemental similar al Vril que llamó Raumkraft (fuerza del espacio).

No se sabe quién escribió estos panfletos de la RAG. Un texto posterior viene firmado por un tal Johannes Täufer, pero es probable que se trate de un pseudónimo, quizá del editor, Otto Wilhelm Barth. Todo parece apuntar a que fue una corriente minoritaria dentro del auge ocultista de la época.

Pero la interpretación cambiaría en 1947, cuando Willy Ley, un astrónomo y físico que había colaborado en los ensayos de cohetes alemanes hasta que se largó a EEUU en 1936, publicó un ensayo titulado Pseudoscience in Naziland en la revista pulp Astounding Stories. En él, Ley decía que la sociedad nazi estaba más que dispuesta a darle pábulo a las pseudociencias y aseguraba que existió un grupo dedicado a investigar el Vril, la Wahrheitsgesellschaft, o Sociedad de la Verdad, con sede social en Berlín.

Si los años anteriores a la guerra eran idóneos para que se extendiese la idea de la fuerza Vril, los posteriores a la guerra fueron años dorados para las especulaciones pseudohistóricas sobre el Tercer Reich. Trece años más tarde, en 1960, un par de suizos publicó un libro que extendía en mucho el relato de Ley: Le matin des magiciens, que venía a decir que la sociedad Vril había contactado con los teosofistas, luego con los rosacruces (una sociedad secreta de raíces en el medievo) y finalmente con la Sociedad Thule, una sociedad ocultista muniquesa que es la madre del cordero del ocultismo nazi.

A partir de aquí hay ingredientes suficientes para construir constelaciones de hipótesis. En 1992 Norbert Jürgen-Ratthofer y Ralf Ettl publicaron su Das Vril Projekt, en el nos cuentan que la sociedad Thule habría contactado telepáticamente con una raza alienígena de Aldebarán que les habría ayudado a construir naves espaciales para llegar hasta ellos: los platillos volantes. Hay varios modelos de estas máquinas (entre los enlaces del final encontrarán uno con unas cuantas imágenes muy chulas). Cuando se aproximaba la derrota, los nazis insignes se fueron en sus platillos volantes a una base que tienen la antártida, o según otra versión entraron por un boquete polar en el interrior de la Tierra Hueca, donde viven felices con los Vril, los atlantes, los exploradores vikingos extraviados, las Tribus Perdidas de Israel y todos los en algún momento se fueron a comprar tabaco y no volvieron más.

Según otra versión más, de un búlgaro llamado Terziski que dice ser el presidente de la Academia Estadounidense de Ciencias Disidente, los nazis no acabaron en el interior de la Tierra, sino de la Luna, donde dieron hospedaje a rusos y americanos durante la carrera espacial, porque ya se sabe que cuando uno está lejos de casa se alegra de recibir visitas del terruño que no hubiese aguantado en condiciones normales.

Uno de los más insignes seguidores actuales del temita Vril es Johann Seiger, que reivindica ser el legítimo jefe de estado de Sealand, el fuerte naval del Mar del Norte refundido en micronación. El grupo de Seiger fue, por cierto, el responsable de expender unos 150.000 pasaportes de Sealand, y venderlos por internet desde Madrid a la mafia del este. En fin. Seiger nos avisa, desde su página web, de que aún no se pueden revelar todos los detalles del asunto Vril por razones de seguridad, no vaya a ser, pero que lo están ultimando. Desde aquí les deseamos lo mejor para ellos y sus familiares.

Muchas imágenes de platillos volantes nazis
Descripciones técnicas de platillos volantes nazi

Sobre Vril

domingo, 23 de noviembre de 2008

La Tierra, hueca. II: Koresh y la cosmogonía celular

En la entrega anterior nos dejamos pendiente una aportación singular. En 1870 otro buen hombre había dicho que la tierra estaba hueca, pero hay una diferencia importante con Symme. Según esta cosmogonía, nosotros vivimos en la cara interior. Veámoslo:
Cyrus Reed Teed, nacido en 1839, era un graduado en medicina ecléctica (es decir, que recetaba muchas hierbas) interesado en la alquimia y la electricidad. En uno de sus experimentos eléctricos sufrió un shock en el que recibió la visita de una mocita que le reveló que se había reencarnado muchas veces pero que esta era la buena, que era el mesías que tenía que salvar a sus 144.000 discípulos preferidos. Y también le contó muchas cosas más. Que el universo es una burbuja en la roca de 8000 millas de diámetro. Nosotros vivimos dentro, con nuestras cabezas apuntando al centro al caminar. El Sol es una batería helicoidal que está en el centro del universo, es decir, en el centro de la Tierra, rota con un periodo de 24 horas y tiene un periodo de precesión de 24.000 años. Tiene una cara oscura y otra luminosa. Ambas emiten rayos grávicos, que son responsables de la gravedad, pero la luminosa emite también rayos lévicos, responsables de la luz. La luz no viaja en línea recta, sino que describe curvas desde el centro del asunto hasta la superficie. Esto explica que el Sol se mueva. Las estrellas son puntitos luminosos de la cara oscura del sol. El Sol tiene aspecto de ojo, con iris y todo. El iris del ojo es el arco iris, pero se ve sólo en condiciones atmosféricas concretas. Los planetas son discos flotando que vemos a causa de unas complicadísimas refracciones de rayos grávicos y lévicos. Toda la teoría es bastante compleja.

Martin Gardner considera que esta cosmogonía es una forma de volver al útero materno, pero vaya uno a saber.

Tras la revelación, Cyrus se convirtió un mesías que tenía que salvar a los 144.000 discípulos más fieles, así que para facilitar la tarea tradujo su nombre al hebreo y desde entonces sólo respondió al nombre de Koresh. Convenció a unos cuantos de que estaba en lo cierto y montó una casa comunal en Chicago, la Koreshian Unity. Entre los preceptos del koreshianismo se encontraban la correcta comprensión de la cosmogonía koreshiana, el compartirlo todo, la creencia reencarnación y el celibato. Para saludarse usaban la fórmula "we live on the inside". Era muy persuasivo: una madre llegó a demandarle porque había convencido a su hijo de que rompiera su hucha para donarle sus ahorrillos al Nuevo Jesús. Koresh devolvió el donativo y esa demanda quedó ahí. Pero no fue la única. Cuando ya eran cien koreshianos se mudaron a una gran casa con huerto en Illinois. A los vecinos no les acababa de gustar. Alguno le demandó porque su mujer le había abandonado para abrazar el koreshianismo comunal. Y es que las mujeres sumaban el 75% de su comitiva.

Uno de sus discípulos, Ulysses Grant Morrow, que entendía de geodesia, fue el encargado de demostrar que el koreshianismo era cierto. Morrow escribió junto a Koresh el libro The Cellular Cosmogony, donde exponían la tesis koreshiana.

En el canal de drenado de Illinois realizó el siguiente experimento. Puso su telescopio a 12 pulgadas de la superficie del agua y apuntó a un objetivo a 16 pulgadas sobre el agua, 5 millas adentro. Si la tierra es convexa no debería haberlo visto, pero lo vio. Esto dio a alas a los koreshianos, aunque los críticos se quejaron: la refracción atmosférica era la causa del fenómeno.

En 1894 los koreshianos (más de 200 por aquella época) recibieron la donación de 300 acres en Florida de un simpatizante, Gustave Damkohler. Llamaron a su nuevo hogar New Jerusalem. Morrow se dedicó a preparar un experimento que no dependiese en la traicionera luz; usaría en cambio un artefacto que pudiera trazar una línea recta de materia. Este artefacto estaba compuesto de "rectilineadores".

El experimento fue realizado por un grupo de koreshianos entusiastas, que se dedicaron a poner rectilineadores uno junto al otro y vuelta a empezar recorriendo la playa y anotando las mediciones. ¡Fue un éxito! Un defecto de diseño del rectilineador (3 millonésimas de grado sexagesimal bastarían para arruinar este experimento) y el sesgo humano de una multitud que va midiendo y abrazándose en cada medida que confirma que su vida entera tiene sentido hicieron el resto.

A Koresh le llegó la muerte en un rifirrafe con jefe de policía de Fort Meyers. Era el 22 de diciembre de 1908. Le dejaron en la bañera esperando a que resucitara y llevase a los cielos a sus fieles. Sus seguidores dejaron el trabajo y rezaron sin descanso durante dos días hasta que el responsable de sanidad pública ordenó que lo enterrasen. En 1921 un huracán tropical se llevó consigo la tumba y nunca más se supo de su cuerpo.

El diario koreshiano, The Flamming Sword, siguió publicándose hasta 1949. En él se decía que los que combaten el koreshianismo son el anticristo y que las ideas de Koresh acerca de la alquimia plantaron la semilla del Proyecto Manhattan. En 1949 la imprenta se incendió y no se supo más de The Flaming Sword. Años antes, en 1914, algunos ejemplares habían llegado a manos de un prisionero de guerra alemán en Francia, un tal Peter Bender, que quedaría fascinado y se llevaría el culto a su país, refundido en la Hohlweltlehre, donde causó sensación, como veremos en la siguiente entrega.

El último koreshiano murió en 1982.

Bibliografía sobre el koreshianismo
Nuevo Jerusalen en Google Maps
Biografía de Koresh
Explicación detallada de los experimentos de Morrow
Fotografías de koreshianos
Relato de un viajecillo a New Jerusalem

lunes, 3 de noviembre de 2008

Nancy Benoit

Hola, mi nombre es Nancy Benoit. Pero no ha sido siempre así.

Cuando nací, en 1964, me llamaba Nancy Toffoloni. Esto pasó en Florida. El primer recuerdo que tengo es estar subiendo la escalera de un trampolín y darme cuenta de que los señores me miran. Como yo nunca he sido tonta, deduje que estaba buena, y me dije que no estaría mal si me pudiera colocar de modelo. En el parking del instituto conocí a un muchacho, Jim Daus, que me llevó a casa. Un caballero de los que ya no quedan. Me quedé prendadita de él, tanto que dos meses antes de graduarme dejé los estudios para casarme y convertirme en Nancy Daus.
Conseguí un trabajo de telefonista, y luego aprovechando mi planta otro de agente de seguros, pero era muy aburrido. Los fines de semana iba con Jim a ver la lucha libre. A Jim le encantaba cuando salían los villanos y, bueno, a mí siempre me han puesto muy bruta los hombres musculosos. Uno de aquellos señores aceitosos me propuso que me hicieran unas fotos para Apartment Wrestling y me dio un trabajillo vendiendo programas de lucha libre.

A mí aquello me encantaba, la verdad. Estaba rodeada de hombres aceitados que me piropeaban. Qué más puede pedir una mujercita. En las fotos conocí a Kevin Sullivan, un tipo que cortaba el bacalao. Estaba muy contento conmigo. A mí me volvía loquita. A su lado mi marido parecía un mindundi, así que un buen día me dije, ¡qué narices! una no va a estar toda la vida atada a su novio del instituto, ¿verdad? y más teniendo a este hombre detrás mío. Así que me divorcié de Jim y me convertí en Nancy Sullivan.
Mi nuevo marido Kevin era un verdadero entusiasta de la lucha libre. Le gustaba todo. Además de pelear, ideaba los guiones de enfrentamientos y rivalidades entre luchadores, y controlaba la promoción. Era listico. Dirigía un grupo de luchadores siniestro que se llamaba Army of Darkness. Aquellos fueron días felices. Con la excusita de enseñarme llaves de lucha libre siempre acababa calentándome de mala manera. Pero, hey, fui prosperando y acabé aprendiendo más de un truquillo. Tanto fue así que Kevin me estuvo convenciendo para que me hiciera luchadora. Yo no lo tenía claro, porque siempre he sido un poco tímida, ustedes ya saben. Un día de llaves partícularmente satisfactorio di el sí quiero y me convertí en Fallen Angel. ¿A que es un nombre estupendo? Se me ocurrió a mí escuchando a Led Zeppelin.
Qué pintas, ¿verdad? Ay, ¡si supieran lo bien que lo pasábamos!

Si antes pasaba el día entre hombres musculados, ¡imagínense ahora! Me encantaba cómo me cogían y me llevaban con esas manazas. Me sentaba en sus rodillas cuando les maquillaba.

El equipo satánico duró poquito. Pronto nos fuimos a una liga mejor, la WCW. Mi nombre allí no era nada muy allá: me pusieron Woman. Que yo, la verdad, me quejé. Pero bueno, me compensaron dándome un papel muy bueno de manager de una pareja muy apañada llamada Doom.
Luego me hice de los Four Horsemen, que nunca entendí por qué eran cinco. Estaban un poco flácidos, pero eran muy buena gente. Con un humor muy suyo, teníamos muchas bromas internas que nadie más entendía y nos reíamos mucho. Estas cosas son difíciles de explicar para la gente de fuera, pero nosotros llevábamos un cachondeito que era un no parar.
Me fui un tiempo a otra liga, donde fui manager de Sandman.
Éste era majete también, pero en la lucha libre le había tocado el papel de chuloputas. Así que yo iba detrás de él encendiéndole los cigarros y haciendo de putilla. Fueron días felices, pero al final mi marido me convenció para volver a la WCW, donde habíamos pasado tan buenos ratos, de nuevo con los Four Horsemen. Allí me encontré una de cal y otra de arena. Siempre he preferido que me den primero las malas noticias, para así quedarme con el sabor de las buenas: Por un lado me trajero a una putilla al desmadre este de los Four Horsemen, que se iba poblando más y más. Con ella no me llevé nada bien.
Pero por otro, me trajeron a Chris Benoit. Qué quieren que les diga, a mí me compensa. Su figura faliforme hizo que más de una vez se me marcase la pepitilla bajo el bañador.
Mi marido estaba todo el día pensando en la lucha libre, pero no se enteraba de mis desvelos por Chris. Tanto fue así, que se le ocurrió montar una historia en la que yo me iba de viaje con Chris y fingíamos que éramos amantes. Yo había leído hacía poco un libro que se llamaba "cultura y simulacro" y, bueno, ya dicen que jugar al rol está muy mal. Y además, que ustedes ya saben que aunque una mujer finja algo le gusta. Bueno, pues eso, que me armé un lío y me encamé de mala manera con Chris. Es que era algo impresionante, este hombre. Vale que Kevin era juguetón y muy buen chaval, amén de muy listo, pero, ustedes comprenderán ¡qué cuello tenía mi Chris!

Como ven, la lie parda. Fui la primera luchadora que convertía un guión en realidad, y eso, qué quieren que les diga, me gusta. Pero Chris estuvo puteado un tiempo, porque Kevin escribía los guiones, y claro, le acababa jodiendo. Yo hice mutis por el foro, me divorcié de Kevin, y me dediqué a mis labores. El 2000 fue un año importante para nosotros. Chris dejó la WCW harto de Kevin. Yo tuve un hijo suyo en febrero. Nuestro hijo, Daniel, nació con síndrome X frágil. Aunque en un tebeo una cosa con ese nombre te convertiría en superhéroe, en el mundo real significa que eres retrasado. La verdad es que fue una pena, con lo bien qué estábamos antes. A Chris tampoco le hizo ninguna gracia, pero me cogió la mano y me pidió que me casara con él. Así que en noviembre me convertí en Nancy Benoit.
Lo de nuestro hijo fue jodidillo de llevar. Además, Chris tampoco era un padre como para tirar cohetes. Le habían roto muchas sillas en la cabeza y estaba un poco estropeado, aunque yo no se lo comentaba porque se ponía violento. Pobre, seguía un tratamiento con testosterona porque los esteroides le habían dañado los testículos. Eso sí, ganaba una pastaza.

En 2003 estuve a punto de divorciarme de él porque le dio un calentón. Por aquella época cobraba medio millón de dólares al año. Al final me convenció para volver. No fueron nuestros mejores años, la verdad.

Nuestro hijo se estaba quedando algo canijo, así que a Chris se le ocurrió la idea de inyectarle hormona del crecimiento, que él la tenía a mano. Era un manitas con estas cosas.

Seguramente ya sabrán lo que pasó en 2007. Chris vino a mi habitación, me cogió del cuello y me lo apretó. Luego hizo lo mismo con Daniel. Dejó una biblia al lado de cada uno de nosotros y se fue a su sala de pesas, donde se colgó unas horas después sin biblia ni nada.

Un tipo anunció en Wikipedia mi muerte antes de que la policía supiese nada. Luego dijo que había sido casualidad. Yo no entiendo de estas cosas de ordenadores, pero ¿qué raro, no?.

En 2008 la revista Hustler publicó unas fotos mías en pelota. Yo había pedido que destruyeran los negativos para que no se metieran con mi hijo en el cole, que ya bastante tenía él con el síndrome.

Pero bueno, ahora supongo que da igual.


lunes, 27 de octubre de 2008

Resuelva su problema



He estado escarbando en la revista Triunfo y, a semejanza del trabajo de Raúl Minchinela recopilando la sección Celtiberia Show aunque mi misión era más modesta, he reunido la sección Resuelva su problema, del profesor Hermes, en un archivo. Como verán, es un consultorio sentimental. En sus páginas aprenderán que el noviazgo no hay que entenderlo como ensayo general, sino como un bachillerato que se aprueba con sobresaliente cuando se estudia como promesa.

Por lo que he visto, sólo se publicó durante 15 números en 1962. Es una pena. Tampoco he mirado todos los números, quizá sea una interrupción temporal, así que si alguien tiene más información se agradecerá. En cualquier caso, es una cosa gustosa.

Sin más preámbulo, aquí va el enlace.

domingo, 26 de octubre de 2008

Teruo Nakamura

Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón.

Louis-Ferdinand Céline

Teuro Nakamura fue un amis. Los amis no son anabaptistas anacrónicos que van por ahí en carromatos, sino una raza aborigen de Taiwan que se dedicaban a la caza y la recolección. Nació en 1919. En aquel tiempo, Taiwan era japonesa. De acuerdo con esto, Teruo Nakamura era japonés.

En 1943, con 24 años, casado, se alistó en el Ejército Imperial como uno de los Voluntarios de Takasago, con la esperanza de lograr un estatus superior. Los japoneses decían que los aborígenes taiwaneses se podían mover extremádamente rápido por la jungla y ver en la oscuridad, lo que supuso una excusa para enviarlos a misiones peligrosas con escaso apoyo logístico. Aunque al principio les destinaron a misiones de suministro y transporte, el endurecimiento de la guerra les llevó al frente de batalla. En 1944 estaba destinado en Morotai, una isla de 1800 km2 al norte de Indonesia. Eran 500. Una fuerza conjunta de estadounidenses, holandeses y australianos invadió la isla para montar una base de cara a la captura de Filipinas. Los aliados eran 50.000, cien veces más. 300 japoneses murieron, entre ellos el oficial de Nakamura, que le dio órdenes de resistir. Eso hizo.

Hasta 1947 vivió sólo, pero luego se juntó con otros soldados japoneses. No sabían que la Guerra se había acabado. En 1956 se separó de ellos—asegura que le atacaron—y montó en la jungla, junto a un acantilado su propio campamento de 20 por 30 metros con una empalizada de bambú y una pequeña cabaña hecha de hierba. Vivía desnudo, a base de patatas y plátanos. Sus antiguos compañeros se entregaron, pero él no. Y así pasó casi veinte años.

En 1974, un nativo de Morotai le encontró por casualidad. Avisó a las autoridades. Cuatro miembros de las fuerzas aéreas localizaron su cabaña, se establecieron cerca, y cantaron el himno nacional japonés y otras viejas canciones de guerra para atraerle. Nakamura, de 55 años, salió desnudo de su campamento a ver qué pasaba allí. No sabía que la guerra había acabado. Le capturaron y le enviaron a un hospital de Yakarta. Estaba en una forma excelente. Su campamento estaba tan aislado que los periodistas japoneses no pudieron visitarlo.

De repente el mundo entero se enteró de su existencia, pero sobre todo los japoneses. En 1973 había aparecido el sargento Shoichi Yokoi defendiendo su parcelita en Guam. Le declararon héroe nacional. En marzo de 1974 el teniente Hiroo Onoda se había rendido en Filipinas. Se hizo tan popular que le pidieron que se presentase a las elecciones.

Pero el caso de Nakamura era diferente. Era el tercero que aparecía en poco tiempo, lo que hacía preguntarse a los japoneses cuántos ancianos desnudos defendiendo su puesto quedarían en islas remotas. Incluso el honor japonés tiene un límite cuando se trata de ancianos desnudos. Onoda se había rendido vestido con su uniforme de oficial, pero Nakamura era un soldado raso. Además, si Nakamura había sido japonés alguna vez, ya no lo era. Legalmente no tenía país, pues nunca había figurado en el censo de Taiwan. Las relaciones de Japón con China eran muy tensas. La cuestión de si Japón debía reconocer Taiwan no había sido sencilla. Y lo que es peor: a Nakamura le daba exactamente igual si su casa de Taiwan estaba gobernada por japoneses, chinos o cualquier otro.

Además, había otro problema: Los veteranos y viudas taiwaneses estaban pidiendo pensiones a los japoneses. Después de 30 años viviendo solo, era el centro de un debate sobre el colonialismo.

Aunque se consideraba japonés, le enviaron a Taiwan. Allí le pusieron un nombre extraño: Liu Kuang-Hwei. Él se llamaba a sí mismo Nakamura. No se sabe si quería volver a casa. A su alrededor se montó una polémica sobre si había sido discriminado o no, y se revisaron las relaciones con las antiguas colonias del Japón. El tema de su pensión replanteaba el pasado imperial de Japón y su olvido de los soldados coloniales. No le correspondió pensión de guerra. En su lugar, le dieron 68.000 yens (227.59$). A Onoda le habían dado dos millones. Se montó un pollo y una asociación reunió un millón de yens para Nakamura. Pero siguieron las polémicas. ¿Se había alistado libremente o había sido una víctima del imperialismo? ¿Eran los indígenas taiwaneses felices antes de que llegase la civilización japonesa? A Nakamura estas cuestiones le daban igual. Decía que era japonés, que todo el mundo se alistaba, que veía extraño cuestionarse las órdenes y que era normal querer morir por el emperador.

En Taiwan las cosas eran diferentes. Allí la duda no era si se trataba de un héroe, sino si era un soldado del ejército invasor japonés. La única explicación favorable era que se había negado a rendirse por miedo al ejército nipón. En Taiwan había otra cuestión a resolver ¿Los indígenas seguían amando Japón? Los diarios insistieron en que Nakamura reconocía más facilmente una fotografía de Chiang Kai-shek que del Emperador de Japón. La insistencia de Nakamura, en el ojo del huracán, en declararse japonés y en decir que hablaba mejor japonés que la lengua ami empeoraba las cosas. En los diarios se preguntaban por qué los indígenas aún estimaban Japón, aún cuando les habían olvidado tras la guerra. Uno de ellos tituló "¡Por favor, odiad a Japón más!".

Teruo Nakamura murió en 1979 de cáncer de pulmón.

martes, 21 de octubre de 2008

Qué alzamiento de hostia me hace este hombre

"No se puede hacer usted una idea -me decía un antiguo colaborador suyo- de la distinción con que don José María baja las escaleras. Jamás se sujeta la sotana con las dos manos, como muchos curas. El, con una sola mano, con gesto elegantísimo. Como un rey." Y añadía con admiración: "¡Nunca ha visto usted unas escaleras tan bien bajadas!".
Luis Carandell. Vida y milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei.

jueves, 28 de agosto de 2008

La Cuatricomía y dios

Dando una vuelta he encontrado en un sitio llamado Higroblog una cosa fascinante. Siempre dispuesta a entenderse con los niños, una iglesia (norteamericana, no se preocupe) ha tenido una idea fenomental, el combinar a Spiderman con la Biblia. ¿Supone el acoger en su pléyade a un mutante un desvio de las tesis creacionistas que tanta fama le están reportando a la santa casa? El tiempo lo dirá.En donde lo he encontrado dudan. No se sabe si la intención del autor fue genuinamente proselitista o si estamos ante un genio de la contracultura. Así está el mundo, amigos. Pero ya sólo el que haya dudas razonables es muy jodido. En cualquier caso, si la perpetradora no es la iglesia, no se le puede negar parte del mérito. Si las ganas de difundir la Buena Nueva entre las gentes sin pelos en los huevos llevaron a esta gente a llenar un país tan recio como España de curas con guitarra dispuestos a combatir de a los hippies en su terreno —aunque sin drogas— por defender la cantera... ¿qué dignidad será innegociable para el pueblo americano a la hora de dar espectáculo y conservar a sus zagales? Recordemos la teta de Janet Jackson en la Superbowl: ellos no se andan con remilgos.

Además, lo sorprendente del hallazgo queda mitigado al ver que hay cuadernos de ejercicios y reflexión sobre la conducta cristiana del hombre araña. Eso sí, en estas hojas de deberes el giro copernicano aún no se ha producido: a Spiderman se trata le de pecador del montón, mientras que en el cómic es el que corta el bacalao.

Es todo, en general, muy confuso.